Chile comenzó hace 4 días su proceso constituyente y, con él, se multiplicaron los sueños.
Chile, por primera vez en su historia, tiene la posibilidad real de construir democráticamente su propio sueño: el sueño chileno.
Chile sueña con un país digno, pluricultural, diverso, desarrollado, ecosustentable, democrático, participativo, justo, libre e independiente.
Chile sueña, también, con un trabajo decente.
La OIT define el trabajo decente como: “Lo que debería ser, en el mundo globalizado, un buen trabajo o un empleo digno. El trabajo que dignifica y permite el desarrollo de las propias capacidades no es cualquier trabajo; no es decente el trabajo que se realiza sin respeto a los principios y derechos laborales fundamentales, ni el que no permite un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, sin discriminación de género o de cualquier otro tipo, ni el que se lleva a cabo sin protección social, ni aquel que excluye el diálogo social y el tripartismo”.
Chile sueña con tener trabajos decentes. Trabajos donde se respete la dignidad y donde las(os) trabajadoras(es) puedan desarrollar su derecho a la libertad sindical (sindicalización, negociación colectiva y huelga), que les permita mejorar de manera creciente y progresiva sus remuneraciones y condiciones de trabajo; donde puedan participar en la gestión y los resultados de la empresa; un trabajo con remuneraciones que les permitan vivir dignamente; un trabajo donde no se les discrimine; donde exista diálogo social con la empresa y una interlocución permanente con el gobierno; un trabajo que le permita el acceso a la seguridad social y una jubilación con pensiones dignas.
Chile tiene muchos sueños, todos relacionados con la vida en dignidad, pero de todos ellos, hay uno que es el que sostiene a todos los demás, es el sueño chileno a un trabajo decente.